La huida del plato volador

Hay una venganza. Una rueda corriendo loma abajo. Una gritería. Alguien huyendo sin que se le van los pies. Hay un silencio y luego, de nuevo, los gritos. Hay ropa colgada, que arracan, la sábana, y se enreda y golpea el piso con la cabeza. Hay un pasillo, que se hace muy largo. Una luciérnaga fuera de horario. Un sinsonte molestando, siempre pensó que fuera un colibrí. Una libreta de abastecimiento encima de un charco. Hay un pie que vuelve a resbalar. Una fracción de segundo antes, pisaba firme. Una milésima de segundo antes ya lo había visto todo. Vio de nuevo la goma corriendo loma abajo y se extrañó. ¿Por qué solo ver una goma corriendo loma abajo? ¿Y la gente? Dos y tres y el cuarto lo dejó sin conocimiento, algo duro y seco, algo… Sintió solamente. Hay una imagen. Y luego una mano tendida. Hay pestañazos donde hubo un ojo. Hay colorido amancer enceguecido. Hay sudor. Y mucho. La ropa infinitamente moldeaba su cuerpo. Un cartel de cafetería: Pan caliente con… y cerveza bien fría. Hay el sabor de la cerveza en el fondo de la garganta. La gritería acercándose. Los perros de la policía bajándose del camión. Los disparos al aire. Hay el dolor en la cabeza y un sumbido como de ventilador detrás de la oreja. Hay sueño, cansancio. La mirada de echarlo todo a la mierda porque ya así no se puede respirar. Sol, rajatabla. Un perro acurrucándose en la sombra que se achica. Dos moscas haciendo el amor. Una telaraña, invisible. No encontró el Libro de Plinio a su derecha. Manuel, que siempre andas colgando mierdas ecologistas en Facebook, porque nunca llegaste a dar ese tiro en la cabeza. Todos te creímos suicida en algún momento. Los ladridos de los perros de la policía llegan antes que la mano bien sujeta a ese tubo oxidado que jamás salió del centro de la tierra. Hay una curva imposible de un cuerpo agarrado a un tubo de metal fijado al suelo. Zancas enormes. Miedo. Lás órbitas de los ojos poco eficientes para retenerlos. Zancas extralimitadas. Una puerta que se abre y cierra indiscriminada. El recuerdo de un metodologo de música que le gustaba abrir a la Habana con una trompeta. La página 436 del Libro de Plinio volando a la altura de la cabeza. Leandro, que decidiste desaparecer de nuestras vidas, ¿acaso seré yo el único que recuerda?, ¿jamás supiste que existía la posibilidad de ser un ente extrañable? Hay rotura de un short con demasiados años. Hay un irse de repente a todos los olvidos. Un sacar la mano del librero, vacía. Unas gologrinas que nunca entrarán por la ventana a besar la frente de mi niño. Hay un agujero en el medio del pecho. Y sudor. Y mucho. Y todos . Fitgeralz. Hay una capacitación que reúne a lo que más vale y brilla. Lo que más vale y brila salo palmeándose los hombros. Unos a otros. Con una sonrisa. Con un guiño. Con un hay que apurarse para no perder el almuerzo. Lo que más vale y brilla se detiene ante zancas enormes. Hay una guagua. Una puerta abierta. Un revólver. Unaa puesta de sol. Hay un muchacho corriendo con los ojos fuera de las órbitas. Con las manos hechas polvo. Mancilladas. Con grietas. Hay un apartarse cuando lo que más vale y brilla se hecha hacia un lado. Hay una velocidad superando el sonido, la luz, la oscuridad. Hay unos pies explotados aferrándose al suelo. Una uñas rajadas. Una huella de piedra en la mano. Un disparo. Hay un cuerpo polvoriento. Una sombra cuajada. Una mirada sin vida.

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